¿Qué tal ese sentido común? pongámoslo a prueba

Hay una cosa en la que todos los seres humanos coincidimos: nos creemos que tenemos un infalible sentido común. ¿Será verdad?

Sentido común

 

¿Nunca se os ha ocurrido pensar que muchas de las investigaciones que se hacen desde las ciencias sociales (criminología, sociología, educación, trabajo social, psicología social, etc.) obtienen resultados que eran obvios y que podríamos ahorrarnos un montón de millones e invertirlos en cosas más útiles si, simplemente, observásemos y aplicásemos el sentido común?

Madre mía qué pregunta más larga.

Carne de cañón

Durante la Segunda Guerra Mundial se hicieron un montón de experimentos de psicología social con soldados. De hecho, se llevaron a cabo unos trescientos estudios empíricos sobre la vida de los hombres en el frente. Uno de los encargados de estos experimentos fue el sociólogo alemán Samuel A. Stouffer. Querían saber por qué desertaban (lo que tampoco es muy difícil de deducir), qué hacer para evitarlo y cuestiones por el estilo que, obviamente, obedecían a los intereses del ejército de los Estados Unidos. Suponemos que ya que eran carne de cañón… ¿por qué no experimentar con ellos?

En fin. La cuestión es que, en 1949, Stouffer y otros investigadores publicaron un compendio de varios de esos experimentos de psicología social y sus resultados se plasmaron en cuatro volúmenes titulados Studies in social psychology in World War II. Ahora conocidos como The american soldier.

No vamos a entrar en las críticas que se hicieron a estos experimentos porque eso es otro tema, pero sí vamos a analizar la interesante revisión de los resultados que hizo el sociólogo austriaco Paul Lazarsfeld.

Al turrón: veamos los resultados

Primer resultado: Los soldados que tenían un nivel educativo más alto presentaban síntomas mayores de inestabilidad mental que los que tenían menor educación formal.

La explicación es que a mayor nivel educativo e intereses más intelectuales, menor preparación para el estrés de la batalla que las personas más hechas a la vida de la calle o los duros trabajos físicos de la época.

Segundo resultado: Los soldados que provenían de ambientes rurales demostraron, por lo general, mejor ánimo que los que se habían criado en las ciudades.

Esto se explica porque la vida en las zonas rurales era bastante más dura y estaban más acostumbrados a sufrir privaciones.

Tercer resultado: Los soldados que provenían del sur se adaptaron mejor al clima cálido del Pacífico Sur que los soldados que se habían criado en el norte.

Como es lógico, cuando se vive en el sur se está más acostumbrado a soportar el clima cálido y por eso presentaron menos problemas de adaptación.

Cuarto resultado: Los soldados blancos que tenían un rango inferior estaban más ansiosos por escalar y convertirse en suboficiales que los soldados negros.

La explicación de este comportamiento tiene su origen en los años de esclavitud. La motivación de logro se ve afectada en las personas sometidas a esta vivencia traumática.

Quinto resultado. Los soldados negros procedentes del sur preferían a los oficiales blancos del sur a oficiales blancos del norte.

La explicación es que los oficiales con el mismo origen se comportaban de manera más paternalista o protectora con ellos que los que provenían del norte y no compartían raíces con ellos.

Entonces…, ¿para qué sirve la ciencia cuando hay lógica?

Esta es la cuestión fundamental de todo el tema. Cualquiera de los cinco resultados de esta costosa investigación los podría haber deducido el primer hijo de vecino con dos dedos de frente al que se le presentasen los datos.

Es que es de Perogrullo. Una cosa es usar el método científico para investigar el comportamiento de las células cancerígenas ante un fármaco nuevo y otra cosa son los estudios sociales en los que la mera recopilación de datos sumada a una serie de conocimientos es suficientes para determinar por qué se produce un suceso.

¿Os hacéis una idea de la cantidad de millones de euros que ahorraríamos?

Lazarsfeld el Grinch

Resulta que Lazarsfeld nos tomaba el pelo. Todos esos resultados y su explicación eran lo opuesto a lo que realmente se había concluido tras la experimentación científica.

  1. Los soldados con mayor nivel educativo presentaron comportamientos menos neuróticos que aquellos que tenían baja formación.
  2. Los soldados que provenían de ambientes rurales demostraron, por lo general, un peor ánimo que los que se habían criado en las ciudades.
  3. Los soldados del sur demostraron tener más problemas para adaptarse al clima tropical.
  4. Los soldados negros tenían más ansias de promoción que los blancos.
  5. Los soldados negros procedentes del sur preferían a los oficiales blancos del norte a los oficiales blancos del sur.

 

¿A que mola? ¿A que también es todo muy lógico? ¿A que tú ya lo sabías?

Lazarsfeld también apuntó que si se hubieran proporcionado los hallazgos reales, probablemente, las personas que los leyeran también habrían pensado que eran obvios.

El (odioso) sesgo retrospectivo

Evidentemente, hay gente con más inteligencia, más preparación o más experiencia que otra, pero ¿sabéis qué? Igualmente fallan creyendo que su sentido común es una especie de omnisciencia sublime cuando lo que realmente pasa la mayor parte de las veces es que caen como moscas en la trampa del odioso sesgo retrospectivo.

El cerebro humano es un poco tramposo y un poco vago, por lo que ha creado más atajos de pensamiento que un teclado. Los usa para no tener que hacer una reflexión profunda de cada cuestión que se le plantee y así ganar rapidez de procesamiento, pero tiene tendencia a meter la pata hasta el fondo.

El sentido común busca explicarnos lo que ha sucedido o por qué ha sucedido algo cuando ya ha sucedido. Es tu tío abuelo Paco diciéndote que él ya sabía que eso te iba a pasar porque eres muy puta, pero metido en tu cerebro. Y como está dentro y escondido, te crees que eres tú quien lo sabía porque tienes una inteligencia superior; pero no.

¿Por qué somos tan idiotas?

El sesgo retrospectivo se debe a una combinación de tres factores: la distorsión de la memoria, las creencias sobre las probabilidades objetivas de cómo ocurren o deben ocurrir los sucesos y las creencias subjetivas sobre las propias capacidades para predecir lo que sea. Es decir, nadie al volante, mientras nos ponemos medallas por lo inteligentes que somos y la gran intuición que tenemos.

Hay procesos cognitivos que nos hacen recordar selectivamente cierta información que ahora sabemos que es verdad, por lo que vemos que todo el asunto tiene sentido y nuestro pensamiento es coherente. ¿No es como para poner una hoja de reclamaciones? «Recordamos» cosas que acabamos de saber. Es decir, creemos que las recordamos, pero no pueden estar en el recuerdo porque nos hemos enterado ahora. De locos.

Además, la facilidad con la que comprendemos un suceso del pasado lo atribuimos erróneamente a una supuesta probabilidad previa. O sea, que lo entendemos mejor porque ha sucedido anteriormente y creemos que esa facilidad con la que lo entendemos se debe a que ese hecho tenía más probabilidades de ocurrir. Insertad emoji de cráneo explotando, por favor.

Y para cerrar el círculo del infierno que es el sesgo retrospectivo tenemos que el ser humano (al menos el que la ciencia se ha molestado en estudiar, esto es, hombre blanco europeo o norteamericano) siente la imperiosa necesidad de evitar la culpa y de percibir el mundo como algo ordenado y predecible, por lo que tiende a contarse las cosas como mejor puede asimilarlas (es curioso que luego voten a Trump y a otros similares que convierten su predecible y ordenado mundo en una ruleta rusa, pero, oye, de vez en cuando hay que introducir emoción en forma de dirigente demente fascista para compensar tanto privilegio).

En resumen…

Por mucho que creamos que eso ya lo sabíamos y que una parte de la ciencia es un gasto inútil, no es verdad. Necesitamos bajarnos un poquito los humos y dudar más de nuestras sublimes capacidades y, sobre todo, confiar más en los datos.

Por encima del ruido de miles de opiniones y por encima del ruido de las muchas creencias, lo único que ofrece algo de luz son los hechos probados por el método científico y ahí, camaradas (cómo nos encantan los términos inclusivos), está el camino.

En consecuencia, la próxima vez que vayáis a decir algo como que los violadores siempre reinciden; que cuanto más duras son las penas, menos delitos hay; que hay muchas denuncias falsas por violencia de género; que habríais actuado diferente si os hubieran atacado; que si vas por esos sitios te pueden pasar esas cosas; que en las cárceles se vive de maravilla; que, en su lugar, ya habríais denunciado o habríais dejado la relación; que hay gente que nace malvada; que los inmigrantes vienen a quitarnos el trabajo o a robar o cualquier otra cosa de esas que «son de sentido común», mejor revisad los estudios científicos que se hacen desde la criminología y dejad de decir chorradas.

Besos.

 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos relacionados

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.